El aislamiento: prevenir desde la madurez
El aislamiento es una de las tendencias más peligrosas que observamos en la sociedad actual. Precisamente, cuando más interconectados parece que estamos, las opciones y los planes para compartir espacios se multiplican.
Esta tendencia, por la especial vulnerabilidad de estos colectivos de edad, son más peligrosas, sobre todo, entre los jóvenes y las personas de más de 50 años. Por eso, es importante darnos cuenta a tiempo del problema y evitar males superiores, como que se convierta en una cuestión de salud mental.
El hombre es un ser social. Es decir, su desarrollo sólo es pleno si tiene relación con otras personas. Por otro lado, también puede llegar a ser normal y habitual que, en algunos momentos de nuestras vidas, prefiramos un poco de soledad para recapacitar o estar más cómodos. Hasta aquí, todo en orden.
Sin embargo, el problema llega cuando ese aislamiento (en principio, voluntario) se cronifica y resulta difícil salir de él. La persona (en ocasiones, por traumas como bullying durante la infancia o un accidente de tráfico) deja de frecuentar sus ámbitos y círculos de relaciones habituales. Se pierde esa inercia y las relaciones tampoco son ajenas a este distanciamiento, por lo que tienden a agrandarlo.
Esta circunstancia puede degenerar en episodios graves de salud mental, como la depresión. De hecho, el aislamiento social va a tener unos efectos fácilmente comprobables en las habilidades relacionales. La persona que lo sufra va a caracterizarse por los problemas de atención, aprendizaje e indecisión. Y es que el cerebro se resiente en estos contextos de soledad.
Por consiguiente, es primordial que identifiquemos cuándo se está produciendo un aislamiento social. Hay posibilidades de salir de él y vale la pena comenzar por participar en actividades relacionadas con los gustos de la persona que lo ha padecido.
Posteriormente, será posible salir de la zona de confort y avanzar hacia una integración social común.